miércoles, 23 de junio de 2010

En dos procesos paralelos: "Aprendiendo a hablar denuevo"; y "Comprendiendo el Karma en prácticas y sencillas lecciones"


Bueno, según veo yo, y según me demuestran los hechos, es que realmente debo aprender a hablar nuevamente. No es posible que la divina providencia coordinara por mero gusto, los escenarios precisos para que más de dos personas el mismo día entendieran algo que no tenía en absoluto que ver con mis intenciones.

Quizás definitivamente no soy bueno con las palabras. Toda la charlatanería que ustedes leen una y otra vez hasta cansarse en este blog (eso supone unas dos líneas máximo antes que espolse la paciencia y cierren), son resultado de una cuidadosa reflexión por cada frase. No es lo mismo cuando se trata de una conversación espontánea en algún programa acostumbrado de mensajería instantánea, como del tipo:
023467890: Hola. ¿Qué tal?
Alguien X: ¡¡Auxilio!!
023467890: Oye, sólo quería saber ¿cómo estás?
Alguien X: ¡¡¡¡¡LLAMEN AL GOPE!!!!!
023467890: Bueno, disculpa. No era mi intención molestarte.
Alguien X: O sea, ¿para qué hablas entonces?
023467890: Bueno, para…
Alguien X: ¡¡¡¡¡AUXILIO!!!!!
O del tipo:
023467890: Hola. ¡Me gustó tu avatar!
Alguien Y: ¿Te parece chistosa una foto mía, maldito bastardo?
023467890: Dije que me gustó, no que me reí.
Alguien Y: O sea, ¿ni siquiera eres capaz de entender la idea de esa foto?
023467890: No tiene un folleto explicativo.
Alguien Y: Eres un imbécil.
023467890: Bueno, la verdad es que…
Alguien Y: ¡¡¡¡¡AUXILIO!!!!!

Ahora, si más encima le sumamos que en persona tengo un problema parecido, puesto que la velocidad de respuesta no es muy distinta, si es que no menos; y que además tengo un afta en la parte derecha de mi lengua, es que hablamos de un sujeto que pasa por un psicópata muy fácilmente. Imaginen: Problemas con las palabras, y que modula poco y nada, y como la guinda de la torta, tiende a sacar la lengua cada cierto tiempo. Sueno como un borracho que quisiera sobrepasarse, cuando ni siquiera bebo y cuando ni siquiera quiero… bueno, cuando ni siquiera bebo. 

Para quienes no saben lo que es un afta, y para quienes prefieren lo práctico a lo complicado, no describiré y sólo mostraré una imagen para que lo entiendan.




 Ahora, si no alcanzan a distinguir lo que es un afta, pueden poner atención a esta imagen digital en donde se amplía el sector afectado.


Volviendo. Debo además considerar que quizás todo esto es parte de un ajuste en el equilibrio de mi vida. El Karma se está encargando de dar por un lado y de quitar por el otro. Aunque debería saber el Karma, que uno generalmente ve el medio vaso vacío y no el medio vaso lleno. Creo también, que el Karma se puede ir al Diablo.

Bueno, y hablando de Karma. ¿Saben lo que es pasar por 5 farmacias, cada una con un número de atención más lejano que el anterior, para que en ninguna tuviesen Miel de Borax? ¿Se lo están comiendo con pan, los bastardos? ¿O es un plan para que uno compre el Kalmafta que no me calma ni por si acaso? Creo que tendré que aplicarme Agua Oxigenada. Y de paso, quizás me decolore el pelo. Y de paso, quizás me haga una cirugía a la nariz. Y quizás para finalizar, mande al Diablo a muchos seres. Empezando por el Sr. Borax.

¡Adiós, Ilusos!



PD: El título y el tema es una ampliación del mensaje personal en mi sesión de Messenger. Lo inconexo de la línea central es un accidente.

lunes, 21 de junio de 2010

Una profundización en la Filosofía de la Eslongación Testicular

Pensaba escribir un buen montón de cosas acá, ¿saben? Pero después de ver un par de otras cosas, que también me llevaron a recordar un exponecial de otras, he decidido comentar solamente basura...

Si, lo sé: "SIEMPRE LO QUE HAY ACÁ ES BASURA". En otras palabras, valga hongo la aclaración de arriba y sírvase a desaparecer usted del planeta.

Algunas cosas destacables: "Me encuentro gordo" y "Necesito una Lobotomía urgente".

Fin del Comunicado.


¡Adios, Ilusos!

jueves, 10 de junio de 2010

jueves, 3 de junio de 2010

Aviso de utilidad Personal

Ahora si que la cosa se pone interesante. Y es que desde siempre me ha causado una gracia estimable el hecho de saber que gente me odie. Gente que no signifique mucho para mí, claro. Entre más sin-importancia sea el sujeto, más amplia será la sonrisa al toparme con él en alguna parte. Ahora, las razones son las que me preocupan, las que pueden variar mi reacción de una sonrisa a unas difícilmente reprimibles ganas de patear cráneos...

Definitivamente, y sin querer parecer un feminista, creo que siempre he pensado que los hombres tenemos poco de que sentirnos orgullosos. Nos hacemos los fuertes cuando la idea de parir nos mataría. La parte emocional puede hacernos ver fuertes, pero es simplemente porque somos más prácticos que emocionales, así que la comparación no es válida. Lo que me preocupa al fin, son algunas diferencias que se presentan al interior de este cohorte.

Si han de odiarme, “tenerme rabia”, “caerles mal”, o lo que sea, no sean cínicos. No vengan a saludar como si nada, cuando en el fondo les gustaría agarrarme a golpes. Eso me pone molesto. Me quita la oportunidad de reírme ante una reacción cómica como un suspiro de “ya vino este imbécil”. No me dan ese placer.

Y si van a odiarme, también háganlo por algo mío, por favor. Tengan un mínimo de dignidad. Si quieren vanagloriarse ante alguien, destaquen sus propias cualidades y no vengan a rebajar las del otro. Tengo claro que tengo muchos defectos para dar un festín de gente como ustedes, pero creo que si quieren ser algo más que las basuras humanas que son, deberán mostrar que tienen fuerza para escalar solos, y no arrimándose a espaldas ajenas.

Bueno, ¿por qué molestarme en que sean insectos más evolucionados, se preguntarán ustedes? Es por tratar de mejorar el género. Es eso, u operarme y hacerme lesbiano. 


Hay que hacernos mejor publicidad.


¡Adiós, Ilusos!

martes, 1 de junio de 2010

"Megan Fox" (Título alternativo 1: "Apología al Tiempo y a la Desidia, Parte B". Título alternativo 2: "Síndrome de Multipolaridad")

Me estoy preocupando. Hubo un largo tiempo de inactividad en este antro virtual, y ahora como que me cuesta evitar escribir. Quizás sea el efecto de que poco debo teclear hoy en día, porque las rutinas que me aquejaban anteriormente, y que evitaban que dirigiera mis vómitos mentales a la masa que tiene la mala fortuna de toparse con este blog, han martillado más suavemente en el último tiempo. O quizás simplemente sea… que tengo ganas de escribir.

Por muy antisociales que se declaren algunos, una de las necesidades humanas básicas es el comunicar. Retroalimentarse, creo que es más adecuado: Escuchar y ser escuchados. Hasta quien se queda en una Isla al final tiene que terminar hablando con una pelota llamada Wilson (un hecho documentado en un reportaje serio. No me acuerdo el nombre de él, pero creo que hicieron de Wilson, un héroe nacional).

Ayer creo que tuve un momento de retroalimentación activa. Se hace bueno a veces el poder botar un poco de tensión de una manera no riesgosa en cuanto a enfermedades venéreas se refiere (a pesar de que algunos prefieren tomar el riesgo de todas formas). El ejercicio aquél (hablar, imbéciles), como tal, significa un desarrollo con un costo asociado, que es el desgaste. Terminé cansado… cansado, pero más liviano. Me hacía falta hablar. Y creo que el ejercicio mejoró mi lenguaje verbal. Al menos ahora la gente en la oficina no cree que los quiero violar al decirles: “Hola”.

Como muchos de ustedes se imaginarán (digamos un 80% de ustedes, que aproximado a números enteros, es 3 entes), no me caracteriza el ser ordenado en los temas, ni tampoco la seriedad del contenido. Muchas veces, eso si, en este mismo escupidero, he tocado temas delicados que son de índole personal, pero los detalles sólo se pueden leer entre-líneas… no son textuales. Un ejemplo claro, que al menos de voz ocupo para contar por necesidad que estoy “mal” es:
DON NADIE: Hola, 023467890, ¿cómo estás?
023467890: Mal… quedó la cagada en mi casa.
DON NADIE: ¿En serio? ¿Qué pasó?
023467890: Se volcó un camión con mierda.
DON NADIE: ¡Jajajajaja! ¡Que simpatiquirijillo!
023467890: Gracioso, ¿no? ¡¡Voy a matarte!!
Si usted tiene la mala fortuna de toparse conmigo y le digo eso, sepa usted que de seguro en mi casa, alguien mató a alguien. Y por lo menos, a modo de recomendación, asegúrese que ninguno de esos dos “alguien” sea yo… por su seguridad (puedo matarle o comerme su cerebro… o las dos cosas).

En todo caso, y para aquél lector que debe estar pensando: “Este tipo está borracho”, sepa que no. No lo estoy. Ahora, para quien piensa: “Y ahora, ¿estará bien?”, pues sepa usted que si… estoy bien… yo se que estoy bien… 023467890, tu puedes. Vamos, que se puede… tu eres capaz. No, no lo eres. ¡No seas imbécil! ¡Espera! ¿Qué haces con ese cuchillo? Mmm… También quiero una tajada.


¡Adios, Ilusos!



PD: Por cierto, el título de la entrada es meramente para llamar la atención.

Sobrenombres: Lo que no hay que saber

Por circunstancias que proporciona la rutina, caminaba cerca de una pareja de desconocidos que de vista lucían bastante peculiares. La señora era de una altura aproximada de 1,50 mts., mientras que el sujeto era de unos 1,80 mts, aproximados, además de tener una contextura gruesa que hace suponer que si uno hace un comentario inapropiado, se ganará un puñetazo (o una piña para los extranjeros) que lo dejará a uno con la mandíbula en buenas condiciones: en un congelador camino al hospital para volver a ser encajada.

Si ya de apariencia la escena era graciosa al imaginar las implicancias prácticas de las diferencias físicas de ambos, más gracioso aún fue, el escuchar a la señora decirle a su hombre: - “Creo que por acá no dejaste el auto, Culli”. (Para los extranjeros, un Culli es como un Hamster, pero más pequeño).

Por respeto a ambos es que no me oriné encima de ellos. Bueno, y por respeto a mi, para no ganarme un manotazo. El asunto es que en mi cabeza sólo cabían dos supuestos para que la mujer llamara de esa manera a su hombre:


1.- El hombre debía tener una voz de ardilla insoportable; ó
2.- El hombre debía tener el pene de un largo aproximado de 0,2 centímetros.


Al llegar a mi casa, y después de llorar acurrucado en mis aposentos y preguntarme sobre el sentido de la vida, vuelvo mentalmente a la escena y me pongo a pensar en las razones y los distintos sobrenombres que las parejas suelen tomar. Al respecto, puedo decir lo siguiente:



RAZONES PARA LOS SOBRENOMBRES EN LA PAREJA.

Un acabado (a medias) estudio realizado por el centro de estudios “Mi computador S.A.”, ha determinado que las parejas suelen llamarse de determinadas formas, la cuales, su nivel de cursilería es proporcional al buen momento que estén pasando. La razón simplista de esto, es tener un diferenciador explícito para cuando uno de los dos, quiere hablar algo serio o llamar la atención sobre algo que le molesta. Quienes defienden la tesis de que es por cariño, de seguro son los que tienen los peores sobrenombres, o simplemente añoran que alguien les tenga uno.


Aquí, algunos ejemplos de las circunstancias diferenciadoras: 
BUEN MOMENTO:

 
Ella: Oiga, mi ornitorrinquito, ¿me compra palomitas para ver la película?
Él: Bueno, mi Ángel, la niña de las flores; Llenas, los prados de colores, Nos rodeas con tu bondad…

MAL MOMENTO:

 
Ella: Oye, ¿se puede saber qué mierda te pasa, Eustaquio?
Él: ¿Qué tiene? ¡Es mi perro y hago lo que quiero con él, Raimunda!


 
También se pueden distinguir los sobrenombres, respecto de la originalidad de las personas. Están los predeterminados por la costumbre y los creados por la magia y cariño que tiene la mierda de relación:





SOBRENOMBRES ESTÁNDAR:

  • Amor (uno de los más utilizados)
  • Cielo (algunos están nublados)
  • Cariño (malo)
  • Bombón (Light)
  • Gordito (me dicen así, y me castro)
  • Negrito (generalmente ocupado por parejas neonazis)
  • Orson (gay)
  • Gatito (en celo)
  • Etc.

SOBRENOMBRES ORIGINALES:

  • Culli (Por Dios…)
  • Gokú
  • Darth Vader (me dicen así, y lloro)
  • Salamandra
  • Lapislázuli
  • Dulce de leche
  • Mazapán
  • Insaciable
  • Quitridito
  • Oreo
  • Guau-guau (a lo perrito)
  • Lilith
  • Orson (muy gay)

Si me preguntan a mi, creo que no deberían elegir ninguno de la lista. Creo que lo más sensato es llamar al otro: “¡Oye, imbécil!”, dado que así, se aseguran que los momentos tiernos y de seriedad tengan un mismo tono, por lo que el cariño tiene más razón palpable y comprobable por el contenido de la comunicación y no por los adornos de esta.

 
Sobre las razones propias de mantener un sobrenombre en particular, a pesar de mi insistencia anterior, creo que lo más recomendable es que sea digno y que sea utilizado en privacidad. Si no es así, puede que algún personaje sin vida escuche ese sobrenombre y se le ocurra hacer una entrada en su blog al respecto.



 

 
¡Adiós, Ilusos!